El Aguijón

En la Segunda Epístola a los Corintios el Apóstol Pablo hace mención de un aguijón que le afligía en su carne.

2 Corintios capítulo 12 y versículo 7 dice: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;…” Se piensa y/o se cree que el “aguijón en la carne” del Apóstol Pablo era simplemente algún tipo de debilidad o enfermedad física; es posible que haya sido una enfermedad en sus ojos pues en Gálatas 6:11 nos dice que él utilizaba grandes letras para escribir sus cartas y epístolas, y lo hacía utilizando su propia mano.

Ahora bien; yo me inclino más hacia la idea de que Pablo pudiera haber tenido algún tipo de problema con su vista, ya que en el capítulo 4 y los versículos del 13-15 de Gálatas nos dice el mismo Apóstol cuál era la condición de su vista. “ Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.

¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos”.

Siendo esto así, entonces es possible que quizás ésta fuera la razón por lo cual Pablo generalmente dictara sus cartas; pero ahora, urgido por el peligro de sus queridos gálatas y sin tener a mano un amanuense, escribe con su propia mano. No cabe duda de que la palabra de Dios no nos revela la naturaleza específica de este mal para que las consolaciones de Pablo puedan ayudar a todos aquellos a quienes se da algún tipo de “aguijón”. Ahora bien; tenemos que tomar en cuenta y tener en mente que para nosotros siendo el pueblo de Dios, las debilidades y hasta las enfermedades pueden ser permitidas por Dios.

Usted se preguntará ¿Porqué? La respuesta es simple. Dios permite esto para que el creyente sea humilde, para prevenirlo contra la presunción en la oración y para mostrar la suficiencia plena de la gracia de Dios.

Recordemos que la aflicción espiritual de Pablo era grande porque además de los problemas que había experimentado durante sus viajes anteriores y tratado con estos, ahora en la iglesia se había extendido una ola de desconfianza en relación a sí mismo. Algunos creían que no era sincero; y otros cuestionaban si tenía autoridad apóstolica. A consecuencia de todo esto Pablo defiende su autoridad poniendo ante la iglesia abrumadora evendencia de su sinceridad en el servicio a Dios.

Ningun creyente hoy en día puede comparar sus sufrimientos y padecimientos con los sufrimientos y padecimientos de Pablo; ni tan siquiera se pueden igualar. Concluyo diciendo que no importa cuales sean tus sufrimientos, tribulaciones, angustias, debilidades, frustraciones, lágrimas, persecuciones, tristezas o tumultos; ninguno de estos puede ni deberían detenerte.

Pablo nunca se detuvo,
¡No lo hagas tú!

¡Dios te bendiga!
Pastor Luis Acevedo

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