Jesús, ¿Quien fue?

Quién en realidad fue este hombre. Un año antes de ser arrestado y ejecutado mediante una horrorosa crucifixión, Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, Preguntó a sus discípulos, diciendo: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Ellos le dieron las cuatro opiniones predominantes del momento. Como podemos apreciar en estas preguntas, algunas personas en aquel tiempo decidieron arriesgarse y considerarlo un profeta resucitado por Dios específicamente para ese momento. Pero si queremos ser verdaderos discípulos de nuestro Señor Jesucristo, él insiste en que tenemos que conocer su verdadera identidad. Por lo tanto, Jesús les hizo una segunda pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. (Mateo 16:13-16)
Esta afirmación – que Jesús era el Hijo de Dios – era tan importante, que Jesús le respondió: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.

Ahora, ¿Qué significa ser el Hijo de Dios?

Con el pasar del tiempo, los discípulos entendieron que Jesús había existido desde mucho antes de nacer como ser humano. Pero, ¿quién era en realidad? ¿De Dónde había venido él?
Como ya todos sabemos, Jesús nació entre los descendientes de la tribu de Judá quienes eran los que habitaban en la tierra original de los Israelitas (la cual en ese entonces se encontraba bajo la ocupación romana), y los autores de dos de los evangelios, Mateo y Lucas, registraron su genealogía.

El Evangelio de Mateo presenta la genealogía de Jesús por el lado de José, su padre legal. En el
Capítulo 1 Mateo hace la siguiente declaración: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”.

Aquí Mateo responde sin demora la pregunta que cualquier judío podía hacerse en cuanto a alguien que afirmara ser rey del pueblo de Dios, ya que según la profecía, el Mesías sería descendiente de Abraham y también del rey David. Dios le había dicho con autoridad a Abraham: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz”. (Génesis 22:18)

Los judíos también comprendían que el Mesías sería un descendiente del rey David, según la promesa de Dios al profeta Natán en el 2do libro de Samuel Capítulo 7 y versículo 13 en dónde nos dice de la siguiente manera: “Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino”.

Lucas (quien es el que nos entrega la genealogía del lado de María) y Mateo certifican que Jesús era descendiente de Abraham y de David, y tienen mucho cuidado de no afirmar que Jesús era hijo de José.

En el Evangelio de Mateo Capítulo 1 y versículo 16 nos dice: “Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”. En Lucas Capítulo 3 y versículo 23 nos dice también lo siguiente: “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José…” el mismo versículo dice a continuación “hijo de Elí”. Este Elí no es el padre de José, Jacob, sino el padre de María, del cual se dice que también descendía de David.

Vemos Según el relato de Mateo, José estaba comprometido con María, pero aún no habían vivido juntos como marido y mujer, de acuerdo a las leyes de noviazgo y matrimonio de aquel tiempo. María estaba embarazada y José sabía que él no era el padre de la criatura. Se preguntaba qué debía hacer, y consideró seriamente la posibilidad de romper privadamente el compromiso.

Pero un ángel se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es”. Por lo tanto, Jesús no tuvo un padre humano biológico. El padre de Jesús de Nazaret era Dios, y Jesús se refería a él como “mi Padre”, lo cual decía en sentido muy literal.
El apóstol Juan, quién posiblemente escribió su evangelio unas seis décadas después de la muerte de Jesús, no comienza con la genealogía familiar de Jesús ni con su nacimiento humano, sino con su origen divino. Juan es enfático, desde el mismo comienzo de su registro, en decirnos quién es Jesús, de dónde vino, y que existió mucho antes de su concepción humana. El Evangelio de Juan comienza así: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios”. Juan se refiere a Jesucristo como “el Verbo”, y dice que él estaba en el principio con Dios, y que él era Dios.

Este no es un misterio tan inescrutable como parece; lo que estamos viendo claramente aquí es que hay dos seres divinos que han existido juntos desde siempre, y que ambos son Dios. Todo esto nos revela algo en cuanto a Dios: Dios está compuesto por más de una persona, y el hecho de que uno esté con el otro y ambos sean Dios nos dice claramente que son dos entidades distintas, pero tanto una como la otra son Dios. Algunos se confunden con este concepto porque no entienden la forma en que la Biblia define o describe a “Dios”.

Juan no habla de tres personas en su Evangelio, sino que nombra sólo a dos: el Verbo (aquél que se convirtió en Jesucristo), y Dios (que llegaría a ser conocido como el Padre).

Sin embargo sí da testimonio en el versículo 32 del 1er Capítulo de su Evangelio diciendo: “Vi al Espíritu que Descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él”.

Mateo nos dice con respecto al bautizo de Jesús lo Siguiente en el Capítulo 3 y versículo 16: “Y Jesús después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”. Aquí vemos por primera vez la Trinidad, prefigurada de muchas maneras en el A.T., manifestada claramente. El Espíritu de Dios desciende sobre el Hijo, y en ese momento se oye la voz del Padre desde el cielo.

Jesús se refirió muchas veces a sí mismo y también a aquél que él llamaba “su Padre”, y hablaba de una relación mutua que solamente puede entenderse como la de dos seres distintos que habían coexistido por toda la eternidad.
Juan registra la oración final de Jesús antes de su muerte en el Capítulo 17 y Versículo 5; Veamos: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan refuerza la afirmación inicial de su evangelio: Jesús estaba con el Padre antes de que el mundo fuera creado y tenía gloria divina con el Padre, y en este momento, al final de su vida física en la tierra, le pide a su Padre en oración que le restituya el mismo estado de gloria que había tenido previamente con él.

Juan prosigue diciendo de aquél que se convertiría en Jesús en el versículo 3 del capítulo 1: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Aquí Juan nos dice que el Verbo, quién existió con Dios el Padre, ¡es el que en realidad llevó a cabo la creación bajo la dirección del Padre!

El apóstol Pablo también corrobora este punto diciendo que Jesús fue el creador de todo lo que existe en la Epístola a los Colosenses 1:16: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. La terminología utilizada por Pablo incluye la creación de los ángeles y la autoridad que éstos tienen actualmente en el universo. Y agrega en el versículo 17 que “él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. Significando esto que Jesús no solo fue el agente que llevó a cabo el acto mismo de la creación, sino que también es aquél que sostiene la creación mediante su poder. En otras palabras, la creación se mantiene en su estado actual – es sostenida, organizada, dirigida y preservada – por aquél que era y es el Verbo. Hebreos 1:3 lo describe como quien”sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”.

¡Indudablemente, esto alude a un Ser de infinito poder y capacidad creativa! Él es eterno y divino.
Claramente, Jesús fue el Ser increíblemente poderoso que se sometió a la voluntad de aquel otro Ser a quien llamaba “su Padre”, y actuó como Creador ejerciendo su autoridad para gobernar sobre toda la creación, incluyendo a los seres angelicales.

Juan 1:14 sigue explicando que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”.

En 1ra Juan 1: 1-2, Juan nos reafirma en un lenguaje inconfundible todo lo que había dicho con anterioridad: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida. (Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)”. De acuerdo a las palabras de Juan, podemos concluir que aquél conocido como Jesús, el hombre, preexistió como Dios, coexistió con Dios, y fue el mismo que bajo la dirección del Padre creó el universo y puso al hombre sobre la tierra con el propósito de que éste pudiera compartir con ellos su magnífica existencia. Este asombroso Ser, Jesús, Algún Día viviría como hombre entre los seres humanos en la tierra para que tal propósito se llevara a cabo.

En Filipenses 2:5 dice que “haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Pablo nos muestra la actitud de sacrificio y servicio de Cristo, quien renunció a la gloria de poder divino que tenía junto al Padre en su preexistencia.

El apóstol después nos exhorta a tener la misma actitud humilde, servicial y generosa que tenía Jesucristo, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. En otras palabras, él no insistió en asirse al poder y los privilegios que tenía como Dios omnipotente junto al Padre. En cambio, “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (v. 7); es decir, lo abandonó todo – el increíble poder, la gloria y los privilegios que legítimamente tenía como Dios y segundo Ser eterno.

Pablo nos dice aquí que el verbo que se convirtió en Jesús era igual que el Padre en términos de su naturaleza – eran el mismo tipo de Ser. El Verbo era Dios, eterno, auto existente, pero estuvo dispuesto a transformarse en ser humano y estar sujeto a tentación, sufrimiento, dolor y hasta muerte. “Se humilló a sí mismo”, dice el apóstol Pablo en el versículo 8. ¡Una vez que nos damos cuenta de dónde vino Jesús, podemos entender cuánto estuvo dispuesto a dejar por nuestro bien! Aquí vemos descrito a aquél que estuvo en el principio con Dios, que fue el creador de todas las cosas, que se humilló a sí mismo y se despojó de la gloria que tenía como Dios, y se convirtió en humano “a causa de la muerte que sufrió.

En 1ra Corintios 10: 1-4 el apóstol Pablo nos dice que él también fue el Ser que se apareció como Dios en el A.T. Note lo que Dice: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”.

Este mismo Jesús fue el que dijo “¡Sea la luz!”; el que ordenó a Noé construir un arca; el que se reunió con Abraham y comió con él; el que descendió del monte Sinaí como Dios de Israel y le dio la ley a su pueblo. Aquél que se convirtió en Jesucristo nunca abandonó a los seres humanos que creó junto con su Padre, sino que continuó interactuando con ellos a lo largo de la breve y turbulenta historia del hombre, y en el momento indicado vino a la tierra como ser humano a fin de revelarnos al Padre y el gran propósito que él tiene para nosotros.
Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Ahora volvamos a lo que dijo Pablo acerca de Jesucristo cuando éste se despojó de sí mismo, “tomando forma de siervo” (Filipenses 2: 7). Él adoptó la condición de siervo, y no la de alguien de alto rango. Al convertirse en hombre, Jesús se rebajó a la categoría más insignificante de la humanidad, la de siervo y esclavo, y sirvió a Dios y al hombre.

“Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”. (Lucas 22: 27)
Simplemente ésta era su actitud, su condición, su manera de pensar. Fue obediente hasta la muerte, y su muerte fue la más terrible que una persona pueda experimentar.

Filipenses 2:8 “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Lo que Pablo dice es que el gran Ser divino que es Dios junto con el Padre, y que estaba con el Padre como Dios en el principio, voluntariamente se convirtió en un ser humano inferior, humillándose a sí mismo, sirviendo a toda la humanidad, y pagando el precio por nuestros pecados mediante un dolor indescriptible y una muerte espantosa.
Este fue su acto de servicio más sublime. Debido a que él era Dios, pudo pagar el precio por todos los pecados de toda la humanidad de todos los tiempos. ¡Y lo hizo voluntariamente, por usted y por mí!
Hoy Hemos conocido quién en realidad fue Jesús.

Ahora conocemos que fue Hijo de David por medio de María, e Hijo de Dios.
Que era el Verbo que estaba con Dios y era Dios.
Que Jesús es el Creador.
Que fue el Verbo que se hizo carne y moró entre nosotros.
Que tiene la igualdad con Dios.
Conocemos que fue siervo.
Cuando pensemos en Jesucristo, debemos entender quién es él en realidad.

¡Él es Dios! ¡Es nuestro Creador, el mismo Ser que nos hizo! Debemos considerarlo como aquél que tomó la clara decisión de someterse completamente para llevar a cabo el sacrificio más trascendental de todos los tiempos por nuestro bien.

Su sacrificio nos comprobó que el amor más grandioso puede ser demostrado de una manera que no deja lugar a ninguna duda. Por esta razón, ¡él no merece nada menos que todo nuestro amor y servicio incondicional a cambio!

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